Alimentación Consciente
A lo largo de la historia, la alimentación y su industria se han ido transformando: diferentes épocas de hambre, cambios climáticos, culturales y sociales (como la incorporación de la mujer en el mundo laboral fuera de casa), etc. Han provocado un cambio en la agricultura, la ganadería y la pesca y en cómo se obtienen estos alimentos y su posterior manipulación y conservación. Como el cultivo de los cereales y la posterior manipulación, industria de la carne y sus enlatados y encurtidos con diferentes conservantes, etc. Estos cambios han influido negativamente en la salud y el día a día del ser humano.
Si observamos nuestro proceso evolutivo, en la antigüedad nos alimentábamos de alimentos naturales, poco procesados, sin conservantes ni colorantes. El ser humano estaba inmerso en la naturaleza, tomando alimentos y plantas para vivir en equilibrio y curar sus patologías. A medida que evolucionamos nos vamos separando de ese orden Universal y de esta unión con la Naturaleza. Perdemos conciencia y se va despertando el placer terrenal y material. Hasta el punto, que hacemos caso de ciertos anuncios de televisión (comidas basura, bebidas edulcoradas, etc.), que no son nada recomendables para nuestra salud.
No se trata de volver atrás, sino de tomar conciencia con el conocimiento y los recursos de que disponemos hoy en día, pero debemos hacerlo desde el entendimiento y la conciencia clara y libre. Debemos valorar si queremos seguir un patrón social poco saludable a cambio de una cultura enfocada a los aspectos materiales y al enriquecimiento de las industrias alimentarias o, por el contrario, tomar las riendas de nuestras vidas y remediarlas para vivir una vida llena y feliz.
Como decía Gandhi: “Se tú el cambio que quieres ver en el mundo.”
Cuando hablamos de alimentación consciente no sólo tenemos en cuenta la salud corporal, sino que también contemplamos aspectos emocionales, de estado de ánimo (nuestra Alma), de nuestro entorno y cómo nos relacionamos con él. Todo forma parte de un ecosistema que se retroalimenta y que es necesario cuidar y querer.
Según la antroposofía (Ciencia del estudio del ser humano por Rudolf Steiner) y algunas Culturas Ancestrales (como la que se basa la Medicina Ayurveda) cada ser humano necesita una forma de alimentarse específica por su individualidad, puesto que cada persona es única. El patrón de ciertos alimentos, aptos para unos, puede ser veneno para el desarrollo anímico y espiritual de los demáss. Es necesario conocer qué alimentos fisiológicos son adecuados para cada individuo y cómo se realiza el proceso de asimilación de sus nutrientes, para poder aprovechar las fuerzas concretas de estos alimentos.
Después, con plena conciencia y conocimiento, que cada uno reflexione sobre la forma de alimentación que mejor le va a su propia individualidad.
“Debemos desarrollar una cultura sobre la alimentación“
Pautas básicas para una alimentación saludable:
1. Comer alimentos naturales, integrales y orgánicos, y libres de tóxicos.
2. Basar la dieta en un 70% de alimentos vivos como verduras, frutas, semillas y granos.
3. Nutrirnos de energías de fuentes naturales: sol, aire, agua y tierra.
4. El oxígeno que inhalamos suministra el 90% de la energía vital que necesita nuestro organismo, mientras que la alimentación sólo supone un 10%.
5. Combinar correctamente los alimentos y comer dentro del horario en el que el cuerpo puede digerir los alimentos.
6. Respetar los ciclos vitales del organismo: un buen descanso (dormir) y actividad física adecuada. Comer sólo cuando tenemos hambre, en silencio y tranquilos.
7. Disfrutar de la vida
Pero ¿por qué nos cuesta tanto comer bien?
1. Los alimentos afectan a la salud mental y emocional.
2. La salud mental y emocional afecta a los hábitos alimenticios y también a la digestión/nutrición.
Cuando sigamos una alimentación viva y consciente y hacemos una excepción esporádica con alimentos de calidad inferior, comprobaremos que éstos tienen efectos negativos inmediatos sobre nuestros estados mentales y emocionales. Porque alimentos como la carne, el trigo, las grasas saturadas, los quesos, los enlatados, los procesados, etc. tienden a dar densidad a la mente ya los pensamientos.
La digestión de la carne y las grasas, por ejemplo, es tan exigente que requiere grandes cantidades de sangre, haciendo que nuestro organismo desvíe la sangre del cerebro hasta el sistema digestivo. Como resultado, los procesos mentales se vuelven más lentos y tenemos como un bajón que nos afecta física y emocionalmente.
Clasificación de los alimentos según los efectos energéticos y emocionales.
El Bhagavad Gita, un antiguo texto Hindú sobre la conducta espiritual, clasifica los alimentos en tres tipos:
Alimentos puros o satvicos, alimentos estimulantes o rajasicos y alimentos impuros o tamasicos.
Los alimentos puros son las frutas, verduras frescas y germinados: que nos pueden aportar calma, armonía, claridad y paz en la mente. Estos alimentos tienen fama de aumentar la claridad mental y una dulce y serena voluntad. Están especialmente recomendados para quienes quieren el crecimiento espiritual y una mente meditativa.
Alimentos estimulantes son la carne fresca, huevos, quesos, especias, cebollas, café, té, azúcar y fritos: Provocan un estado de inquietud e insatisfacción.
Los alimentos impuros como los embutidos, alimentos procesados y conservantes, aditivos, químicos, pesticidas… disminuyen la capacidad del pensamiento e inducen a un estado letárgico, impulsivo y aceleran el proceso de envejecimiento y con el tiempo pueden causar enfermedades acumulación de toxicidad acumulada por los restos de alimentos no digeridos que acaban provocando putrefacción.